Creamos nuestros propios monstruos.






Los monstruos no surgen de la nada. 
En las leyendas y mitos de muchos pueblos de la antigüedad el origen de la maldad estaba en algún lugar oscuro del mundo, o fuera de él, o bien, era un remanente de la oscuridad original de la creación, cuya función es antagonizar con las fuerzas creadoras. En tales casos, los agentes de la oscuridad, de la maldad, eran entes ajenos al mundo, que lo venían a desestabilizar a partir del ejercicio de su poder o su violencia, o como las religiones antiguas y nuevos lo predican, a través de su influencia perniciosa para que los individuos se inclinen hacia el mal. Pero en todos estos casos el mal, la maldad, está fuera de uno, es algo que vaga en el mundo en busca los desprevenidos, los ociosos, para dominarlos y volverlos hacia el camino del mal. 

Es más fácil encontrar la explicación a la maldad así. Colocándola fuera de uno, como algo ajeno, de lo que uno es víctima. Sin embargo, la maldad tiene un origen mucho más doméstico de lo que a la mayoría de las mentes "bien portadas" les gustaría reconocer. Los monstruos se crean en casa.

Un claro ejemplo de ello lo encontramos en la película "Guasón" (EUA, 2019). Este film explora de manera cercana los orígenes del archienemigo de Batman, desde una óptica cercana, intimista. Se revela una niñez llena de abuso, maltrato y vejaciones. Ante ello su madre, con antecedentes de esquizofrenia, muestra una total negación hacia el infierno (como en la misma película se describe) que vive su hijo. "Él es muy feliz, siempre tiene una sonrisa en la cara". Arthur, el nombre detrás de Joker, reprime profundamente lo vivido en esa época. Para su adultez lo ha "olvidado". Solo queda un resto, un vestigio de esa experiencia destrozante: la risa inevitable e incoherente, ansiosa y angustiante, que lo aqueja en momentos de confrontación. Su madre le ha dicho que es una condición neurológica. Él cree tal explicación. ¿Por qué habría de dudar de su madre? Va por el mundo cargando una triste tarjeta de presentación que advierte al infeliz transeúnte que se cruce en su camino sobre su padecimiento. Abusado de niño, Arthur no logra recuperarse del todo. Aún así, trata de ganarse la vida para cuidar de su madre, quien vive desconectada del mundo. Su madre le llama de cariño "Happy", Feliz, como si fuera uno de los enanos de Blancanieves, y no pudiera ser más agresivo el título: Feliz, mi hijo es feliz, mi hijo no tiene nada, nunca le ha pasado nada. Niega así el abuso que sufrió el hijo y niega con ello al hijo. De ahí que Arthur se queje amargamente de que siente que no existe, que incluso él duda de que exista, si nadie lo mira por quien realmente es.

Arthur reune como los despojos de su mente y su persona (en la película se menciona que estuvo una temporada en el hospital psiquiátrico de Arkham, aunque no se dice cuánto tiempo, si se especifica el motivo con claridad) y con ellos elabora el "avatar" con el que se presenta al mundo, intentando dar forma a su deseo: ser feliz por una vez en su vida. Se convierte en un payaso. Evidentemente, no es casual la elección. De adulto, Arthur sigue recibiendo abuso y desprecio en todas partes. Más aun, su más ansiado deseo es continuamente puesto es duda por sus compañeros de trabajo, su jefe, incluso su madre, y para rematar, el famoso presentador de un popular show de televisión de la época, hace escarnio de su risa transmitiendo una grabación del intento de Arthur por ser un comediante estilo "stand up". (en el video solo se ve a Arthur en el escenario mientras lucha por controlar su risa compulsiva que le impide articular su rutina de chistes frente a la audiencia desconcertada, situación que el presentador ironiza para hacer reír al público).

El avatar se resquebraja, abuso tras abuso. La miseria en la que vive no hace sino agravar el asunto, lo hace sentir impotente e inútil. Arthur no cesa, sigue intentando. Hay violencia en todas partes. Alguien le da una pistola (símbolo de la caída de las instituciones, quedando como único recurso, "tomar la ley en las manos"). En un vagón del tren, tres hombres se burlan de su risa incontrolable. Lo agreden, lo golpean, lo humillan. Roto por dentro, hastiado hasta el límite por la indolencia y el gozo ajeno con su sufrimiento, decepcionado, abandonado por todos, desechado por el mundo, cargando con años y años de abuso, la frágil estructura que sostiene su interior recibe un golpe fatal en sus cimientos y cruza la línea: si mi vida no importa para nadie ¿por qué habría de importarme la ajena? Dispara a quemarropa a dos de los hombres. Al tercero lo hiere. Lo persigue. Lo alcanza en las escaleras del metro y le dispara para rematarlo. Más adelante, al confesar el crimen, Arthur señala que nunca se había sentido tan bien y que está cansado de fingir lo contrario.

La caída del avatar se acelera tras este incidente. Arthur va a una cita con una vecina, la invita al bar de comediantes. Se acuesta con ella. Vemos luego que se trata de una alucinación. Arthur intenta encontrar la verdad de su pasado. Busca al su supuesto padre, que su madre le había negado. Este hombre niega lo dicho por su madre y la acusa loca. Arthur descubre, en el historial médico de su madre, qu le ha mentido y se reencuentra con su doloroso y traumático pasado: abuso físico, sexual y psicológico por parte de la pareja de su madre. Los abusos no cesan. A esto se añade que la policía lo sigue de cerca. La tristeza de Arthur es acompañada ahora de una rabia infinita. Profundamente herido por la mentira de su madre, por la negligencia criminal que una enferma mental le entregó como "afecto" Arthur la asfixia con una almohada. Al final ni su verdadera madre era, Arthur era adoptado, y el padre de su ilusión no existe. Arthur ha perdido todo.

Mientras tanto, la imagen del payaso que asesinó a tres hombres que trabajan con la élite de la ciudad, ha pasado convertirse en el símbolo de un movimiento de hartazgo y repudio de la sociedad pauperizada a los ricos que no cooperan en nada para resolver con la crisis de pobreza y violencia que vive la ciudad. Esta es la primer película en la que al ambiente social se le otorga la importancia que tiene: nos afecta, nos ayuda, nos limita, nos construye y nos destruye. El ambiente de miseria e indolencia son un personaje en esta película, un personaje que interactúa con Arthur.

Así se acerca el clímax de la película (pero no su paroxismo, a mi parecer). El presentador de televisión invita a Arthur a su programa, por el "éxito" que ha tenido su video entre la audiencia. Arthur acepta. De camino al programa, la policía intenta detener a Arthur, pero el se escapa en el metro lleno de manifestantes con máscaras de payaso que se dirigen a un mitín. Los policías desesperados por alcanzarlo, amenazan con pistola en mano a la gente. Ciegos ante el ambiente crispado, los policías con atacados y casi linchados. Arthur se siente de algún modo acogido por esta muchedumbre de seres similares a él en su furia.

En el programa Arthur vuelve a ser objeto de ironías y sarcasmos. Frente a las cámaras, Arthur es señalado como cabeza del movimiento en las calles, pero lo niega. Él solo atiende a su propio dolor y anhelo de reparación. De forma intempestiva, Arthur confiesa haber sido el asesino de los tres hombres y en su justificación, hace una acre crítica social sobre la indiferencia y el abuso con el que estos hombres se conducían frente a la gente. Hace un airado y lacónico reclamo sobre el abuso que ha vivido, incluyendo del que está siendo objeto en ese preciso instante en el programa de televisión, dado que la intensión del presentador era exhibirlo como fenómeno de circo y hacer burla de ello. Arthur confronta al presentador sobre esto, y al recibir más comentarios sarcásticos, saca la pistola y le dispara frente a las cámaras. "Uno obtiene lo que busca, Murray". Sentencia Arthur, en una agria y mortífera ironía, usando la frase del presentador.

El discurso que hace Arthur en los momentos previos a que dispare al presentador es brutal. Es un reclamo lúcido sobre el estado de crueldad normalizada que se vive en todas parte. Es un llamado desde un abismo insondable en cuyo fondo solo existe la fétida putrefacción de un fe en la vida y en las personas machacada por los actos de abuso constante que ha vivido. Ningún gesto de bondad, ningún acto de consideración, ninguna humanidad creativa lo ha tocado. Al final, Arthur ha perdido la poca humanidad que le quedaba y se ha vuelto un depredador de aquello que lo persigue y acosa: lo humano, se ha vuelto un otro irreconocible, porque ya no tiene humanidad.

Aquí es donde veo el paroxismo. Arthur es llevado en una patrulla. Observa desde el asiento la destrucción y saqueo que los manifestantes con su máscara de payaso realizan por toda la ciudad. Se ríe asombrado y complacido. El policía lo increpa: "todo esto es por tu culpa". -"Lo sé"- responde Arthur. En ese instante la patrulla es impactada por una ambulancia conducida por manifestantes con máscara de payaso. Arthur queda malherido y los manifestantes se percatan de quién es él, ayudando entre varios a sacarlo de la patrulla y lo depositan suavemente sobre el cofre de la patrulla. Estamos en presencia de un rito solemne. Los manifestantes gritan y vitorean a Arthur desvanecido sobre la patrulla que en este instante se ha convertido en "altar de los sacrificios". Los gritos y aclamaciones continuan y Arthur vuelve en sí. Poco a poco reacciona y se pone de pie en el altar. La multitud grita aún más. Arthur está extasiado con la escena, complacido y excitado más allá de lo imaginado por él, pues ha colmando su deseo: hacer feliz a la gente. Percibe el sabor de la sangre que le fluye por la boca derivada del impacto y con ella se dibuja la característica sonrisa del Guasón. Arthur ha muerto. Por eso, era un Altar de los Sacrificios, y ante él, una multitud se ha congregado para adorar al Dios de la Muerte.

No se trata de dramatismos, sino del poderoso simbolismo de aquellas primeras épocas de la humanidad. Se ha destruido toda confianza en la ley, ha muerto toda esperanza en la justicia y la bondad. Todo se ha vuelto un chiste cruel y nada tiene sentido más que la risa lúgubre del poder para permitir al vida u otorgar la muerte. Esto es lo que habíamos visto hasta la fecha sobre los villanos, pero no habíamos asistido a contemplar su origen, y esta película atina a mostrarlo más descarnadamente. La maldad no está afuera lista para invadirnos. No. La maldad está ahí donde no hay construcción de civilidad, y defensa contra el abuso y la injusticia. Donde no hay racionalidad, sino se instala el capricho, la locura y el oprobio como única ley posible. Ahí no hay posibilidad de desarrollo de lo humano. Ahí solo queda el estado pre-humano, esa bestia vuelta depredador de su propia especie de la que ya reconoce formar parte. No hay humanidad en él por los sistemáticos abusos que llevaron a su rompimiento, luego entonces,  no puede reconocerla en otros: ya no son otros, son cosas.

Este filme, no sé si así lo hayan pensado, es un manifiesto sobre la salud y las condiciones que generan patología, y por primera vez no se contentan en esa versión incompleta de siempre: el loco nace loco, o se vuelve loco, él solito. Acaso algún evento traumático le toca vivir, para mala suerte del futuro loco, pero es cosa de él, no nuestra. Aquí la mirada del director reconoce que son muchos factores los que tienen que reunirse para desembocar en esta locura genocida y que los factores sociales, económicos y políticos tienen tanto peso como las simulaciones y contradicciones familiares, que dejan indefenso a un ser humano frente a lo más abyecto de seres altamente deteriorados en su humanidad. Mientras nuestra comprensión de la locura siga siendo unidimensional, y la lógica política siga siendo la de la simulación del bienestar para privilegiar a unos a costa de muchos, se abona el terreno para que el abuso sexual, psicológico y social sigan siendo nuestra más apremiante amenaza para la subsistencia de la especie. Los llamados a la paz no tendrán éxito, si no se pasa también por la reducción de la desigualdad, la pobreza y la violencia resultante. Como se ve, creamos nuestros propios monstruos, no es que haya maldad inherente, sino una avaricia patológica que nos lleva lentamente a esos estados pre humanos y en ellos no hay más justicia que la del fuerte sobre el débil. El abuso como ley.
Beware.



Comentarios

E C ha dicho que…
Seguro estoy, no hay nada ingenuo en el planteamiento de una película, pues existe un buró de abogados detrás. Sin verla, y por lomque escribes, me recordó la novela de Frankestein, que en el desprecio y abuso social jistifica su maldad y otros textos o filmes lo abordan.
La propia sicología del personaje que siempre hemos conocido lo plantea así, ahora habia que hacer un producto, película, que narre un posible origen de su maldad y desequilibrios que experimenta y con ese hecho, humanizarlo, que es la tendencia de los últimos años de Hollywood, humanizar a los malos, léase Maléfica...
Agradecido por la reflexión y la provocación a reflexionar. Excelente dia!

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