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Las palabras y las cosas.

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Hoy en día se percibe en las amplias mayorías un desdén por usar correctamente las palabras, por saber de dónde vienen, qué es lo que significan realmente. Esta época considera innecesario, una fruslería darse el tiempo para investigar las palabras. Lo ve como algo inútil. De nada sirve pulir demasiado el lenguaje, molestarse en elegir las palabras idóneas, si a final de cuentas nadie sabe qué significan y nadie escucha con atención. Y así andamos por la vida usando palabras, colonizando significados, imponiendo unos a otros, quedando despojados del legado ancestral que las palabras poseen y reduciendo nuestro lenguaje cada más, como hijos malcriados que dilapidamos la herencia ganada por los padres. Cada vez se reduce el número de palabras que se necesitan para describir el mundo y las cosas. Pero en aras de la practicidad –o en las alas de la ignorancia–, no percibimos el riesgo que supone esa reducción, pues entre menos palabras tengamos para describir el mundo, más incompre