¿Somos gays o mamarrachos?






No es lo mismo ser cabron y homosexual que ser un homosexual cabron, porque mientras que un homosexual se acepta como homosexual y luego es cabrón, el ser cabrón excluye la posibilidad de aceptarse como homosexual y siempre se estará en conflicto con el deseo hacia otros hombres, a los que buscará someter como prueba que él es el hombre, pero sin enamorarse, sin demostrar ni ternura ni permitir la creación de una intimidad con otro hombre, porque eso es de putos.

De este modo, vemos que la violencia de género entre los homosexuales toma tintes profundamente misóginos. Los homosexuales más varoniles y masculinos discriminan a los menos masculinos o abiertamente afeminados, y éstos a su vez se discriminan y violentan entre si. La mujer y lo femenino entre los hombres homosexuales sigue siendo considerado como inferior, y por lo tanto rechazable y despreciable.

Y también vemos alarmados que no hay programas de prevención de la violencia de género para la comunidad homosexual porque se da por hecho que no tendría porque haber violencia de género entre los hombres. Pero si la hay, teniendo la forma de un continuo que va de la burla, el señalamiento, hasta el rechazo la discriminación y la violencia física, verbal y psicológica de corte inconfundiblemente misógino. ¿Cómo no podría haber violencia sexual si fuimos criados en una cultura donde se rechaza la homosexualidad y no existe un sólo sustantivo o calificativo para referirse a ella que no sea peyorativo y denigrante? Así volvemos a nuestro primer punto: los cabrones con tendencias homosexuales no se enamoran, simplemente es inconcebible y lo consideran una putería, un rebajarse digno de viajas y de maricones. Lo de ellos es coger y punto. En cambio un homosexual cabrón es aquel que ha pasado por un buen proceso de introspección que le ha permitido construir una identidad más allá de calificativos y discriminaciones. Desde su propia homosexualidad ha desarrollado inteligencia, estudiado, progresado y sobre todo, comprende y acepta que lo que le hace inclinarse hacia otros hombres no sólo es la hormona, sino también el deseo de amor, ternura, compañía y comprensión de otro hombre, varonil y masculino. Eso define verdaderamente a un gay: el equilibrio entre saberse hombre y aceptar que desea dar y recibir amor de otros hombres.

Es por eso que de manera urgente hace falta programa de educación en respeto a la diversidad no sólo entre los heterosexuales, sino antes que todo, entre los propios homosexuales, ¿cómo nos ofendemos y agraviamos cuando un buga nos ofende, pero entre nosotros la discriminación y el machismo es tolerado y hasta promovido?

El gran reto de los homosexuales, y de la sociedad en general, es la creación de espacios de educación sexual y derechos humanos, que promuevan la comprensión y el entendimiento personal para así llegar a un verdadero concepto de comunidad. En la medida en la que los homosexuales no enfrenten este decisivo reto no podremos ganarnos completamente el respeto de la sociedad y los derechos que por ser ciudadanos nos corresponden. Estamos en la lucha.

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