Pacto con el Destino


A ti, abuelo mío, que me pasaste el Deber y Carga, para seguir guiando la marcha de la Humanidad, aunque pocas fueran mis fuerzas y limitados mis recursos, me enfrente a mis propias creencias y en un acto de valor y rebeldía contra mis no pocos prejuicios realice las conquistas que en aquel texto de hace diez años te prometía. Helo aquí, una vez más, para que a mis 280 años se confirme y se reafirme para continuar con más valor, más alegría, y un poquito más de amor y sabiduría, por el bien y la verdad y la Gloria del Gran Imperio.

Estoy destinado a grandes cosas.

Estoy destinado a grandes cosas, pero no a las "grandes cosas" que impone la modernidad de hoy: dinero, fama, prestigio, alabanzas o aplausos. Estoy llamado a un éxito más modesto, más íntimo, más secreto: ser mejor persona, ser una buena persona, ser quien soy.

Esto me lleva por otros senderos; me hace necesitar otras cosas, otra gente, otras formas de pensar. Y es difícil, porque en ese camino no suele haber muchos otros viajeros, para hablar, pedir consejo, contemplar el paisaje o compartir las penurias del camino. Sin embargo, los he encontrado y el intercambio ha sido enriquecedor y esperanzador, o al menos, enseñó ciertas cosas necesarias.

Aunque aun no me he topado con este otro caminante que tanto he deseado, que si bien puede no tener un idéntico itinerario que el mío, quiera compartir y sentir conmigo las penas y alegrías del camino común, cada quien a su especial modo, pero al unísono como instrumentos en la sinfonía.

Pero hoy, después de todos estos años, reafirmo que eso es difícil. Hay demasiado ruido, demasiadas voces ¿A quién hacerle caso? Incluso, a veces lo que hay es abandono y ahí la cuestión es que no hay a quien hacerle caso. Y en este camino tan particular en verdad que hay muchos momentos en los que uno puede llegar a desorientarse, incluso a confundir y desesperar. Ahí vimos que éste no era el camino de muchos y quedamos aún más pocos. Esto me llenó de ansiedad, de incertidumbre, incluso de amargura, pero cuando quise volver y andar por los caminos convencionales las cosas siguieron igual y me resultó notorio que debía regresar a mi camino, no por costumbre, ni comodidad, ni por pusilanimidad, ni por miedo a la pusilanimidad, sino porque es el camino correcto, donde soy fiel a mí,donde puedo ser yo y seguir el camino de mis deseos. 

Además, las promesas tranquilizadoras del consumismo me son cada vez menos tranquilizadoras y si cada vez más inquietantes. Siendo cada vez más claro que lo que me tranquiliza es la belleza, la nobleza, la sencillez, la espontánea alegría, la ternura inesperada que asoma en mi corazón al contacto con la inesperada ternura y alegría de los demás, la verdad de los actos y la libertad de las mentes.


Este camino me ha dado tantos aprendizajes, la mayoría sin que yo me los propusiera, acaso si los necesitara. Hoy soy capaz de expresar  un poco más claramente tales aprendizajes, pero considero que aún no puedo valorarlos en su justa dimensión y darles la importancia que tienen en mi persona y su estratégica idoneidad para el camino que sigo. Es parte de esas deliciosas agridulces sorpresas que tiene el camino de la vida.

Ahora, sin lugar a dudas, seguiré caminando, porque aún en medio de la confusión y el ruido, sigo escuchando tímida y quizás ingenuamente, el claro goteo de un manantial de vida, del repique de una campana de esperanza, de un resplandor de fe.

Así de nuevo, en la búsqueda de rutas sin mapas ni brújulas, seguiré atenido a las más simples indicaciones, las que me identifican con mis ancestros y todos los grandes hombres que me precedieron en este mismo camino: la intuición, la honestidad, la racionalidad humanista, la sensibilidad al llamado de mi corazón, seguir el camino de mis deseos y mis sueños.

 

Y seguiré ayudando a otros viajeros a reencontrarse con sus deseos y afrontar sus temores. Seguiré bailando el ritmo contundente del universo en el que puedo encontrar mi propio ritmo. Seguiré esperanzado en encontrar a alguien cuyo camino y deseo nos acerque para vivir en compañía amorosa, mutua y libre, y compartir el pensamiento, la belleza, el asombro del milagro del mundo; y con recogimiento y pasión entregarnos a su disfrute y conservación y, en silencio, tomados de la mano, en el vaivén de nítidas miradas llenas de lucidez, tomar conciencia del profundo y sincero deseo de amar, cada quien a su forma, que nos emana de la parte más íntima del ser.


Ese es mi camino y hacia allá me dirijo, sigo adelante, siempre adelante, como ya dije alguna vez...


¿Ves por que no puedo cambiar de camino?


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