El temor a la ternura



Los hombres viven bajo un código secreto, pero eminentemente explícito. Todos y cada uno de ellos lo conocen, aun cuando nunca haya sido mencionado expresamente, no obstante, sus prescripciones siempre han sido claras. Si, esto es una paradoja a todas luces. Más así es la realidad algunas veces, reta a toda lógica evidente.

El código del que hablo es el código de la masculinidad, las reglas para ser hombre. ¿Es que acaso deben seguirse reglas para ser hombre? Por supuesto. Pero es obvio que estas reglas, dada su naturaleza omnipresente y cotidiana, han pasado a formar parte del reino de la costumbre y ya no son percibidas claramente excepto cuando se les rompe, cuando no se les sigue al pie de la letra.

Entre las varias reglas que sigue el ser hombre está el ser práctico, ser productivo, generar recursos, las abstracciones demasiado sofisticadas son para los filósofos, que ciertamente tienen de hombre el mero de hecho de gozar de un status especial, porque de no tenerlo fácilmente serían echados del gremio de los hombres por no producir nada tangible con su trabajo. Otra consiste es ser emocional y físicamente fuertes, no mostrar signos de debilidad, no rajarse. Las viejas y los putos son los rajados. Ahí entonces el pecado capital es mostrar ternura o ser receptivo a ella, por la incompatibilidad entre fortaleza y ternura, o así dice el código de la masculinidad. La ternura por su parte, sin ser una cualidad femenina, si es una cualidad de la empatía: producto de un aceptación de nuestros dolores y fragilidades, la ternura es la identificación con la sensibilidad ajena, es una conexión con el estado de dependencia infantil que nos arrastra a la necesidad de cuidar y ser protectores y a la vez, la de ser cuidados. Es ahí donde el código de la masculinidad machista es más recalcitrante: "rechazarás, ridiculizarás, devaluarás, toda expresión ajena de ternura, y negarás e ignorarás la propia, so pena de ser convertido en mujer, homosexual o bebé". Pues esa es la tríada de negaciones en que se funda la identidad masculina machista: no ser mujer, no ser homosexual y no ser bebé.

Pero la ternura ronda todos los lugares donde vamos. En nuestro caso, es evidente que cada paso que hemos dado lleva consigo alguna dosis de sensibilidad. Ésta no es gratuita, ni patetismo, es tan perenne y esencial que fluye con la sangre misma. Es tan evidente esta ternura y su realción con la profunda sensibilidad para percibir el mundo, como el denodado rechazo que la masculinidad machista y amputada levantan cada vez que la ostentamos. Si bien en esta época ya menos que en otras, esta tolerancia y respeto a la ternura sigue recibiendo un menosprecio generalizado tanto por hombres como mujeres y hasta algunos homosexuales. ¿Por qué es tan difícil entonces la experiencia de la ternura? ¿por qué es tan difícil dejarla sentir de manera consciente y abierta? Porque nos revela nuestra vulnerabilidad ante nuestra necesidad de ser protegidos, porque nos revela la fragilidad de la que estamos constituidos, y hoy en día –como en toda otra época–, gustamos de sentirnos invulnerables, duros, que no necesitamos de esa protección, cuando por dentro con denodada pasión anhelamos ese toque de consideración, de afecto, de ternura, que nos revitalice y dignifique, pues tal el poder de la ternura, como esencia de la empatía, no hace aparecer en el mundo. La ternura socializa y humaniza.

El lugar de la ternura, como el de la soledad, es un lugar rechazado por las convenciones sociales, siendo los códigos machistas quienes más lo han proscrito. Y qué pena. Al no ejercer su capacidad de la ternura los hombres pierden una enorme habilidad y no desarrollan una inteligencia fundamental para comprender el mundo, a los demás y a sí mismos, discapacitados sería un eufemismo. No, esto no es reproche, ni queja, es una aseveración: Si a algo le tienen miedo los hombres machistas es a la ternura y peor aún, a su propia ternura. Seguimos en la lucha.
Alejandro de Andúnië

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Simplemente una realidad que a veces pesa. Lo bueno a veces es difícil de ver.
Jon... ha dicho que…
Sorprendentemente cierto esto que planteás. Siempre había seguido tu Twitter, no conocía tu blog, hasta ahora. Muy cool y sentido. Seguí, no parés de escribir.

JON.

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