Veo nuevas tierras desde el cielo
Hubo momento para la Batalla y ahora es el momento de la calma. Es el momento del contemplar lo conseguido a base de tan arduo y denodado esfuerzo, de dolor y llanto amargo que lavo todo por dentro, después de tantas dudas, preguntando si las decisiones tomadas habían sido las correctas, dudando de si estaba siguiendo mi propio camino, reprochando por anticipado por resultados que aun no han pasado, ese temor de estarme convirtiendo en lo que estaba combatiendo. ¡Qué impresionante trance ha sido éste! ¡Qué evidentemente claro resulta que sí hubo extravío, pero también reencuentro , con uno, con la vida, con el propio destino. Una dicha inefable, una alegría que solo los que me precedieron pudieran tener idea: el de estar en el lugar desde el que puedo seguir mi camino, desde el que si puedo alcanzar ese sueño.
En esta noche clara y fría, después de un día común, recupero el sentido de muchas cosas y me doy cuenta de cuántas cosas fueron perdidas, pero también de que no solo fueron recuperadas, sino acrecentadas y enriquecidas con el don de la distancia y el desapasionamiento que da hacer las pases con lo sucedido, aceptarlo y aprender de ello. Ese sublime acto de heroísmo secreto y callado que es reconocer lo que llevo a uno a vivir tales trances, pues tengo ahora claro que quizá varias de estas cosas era necesario perderlas, para descubrir al fin qué deseos y necesidades nos llevaban en tal frenesí a olvidarnos a nosotros mismos y arrojarnos al lugar de la insatisfacción y la desdicha. Nadie más que uno eligió ese camino.
Así pudimos darnos cuenta de que seguíamos atados a esa moral complaciente e infantil que pone como imperativo máximo complacer a los demás como forma de complacerse a uno. ¡Cómo no me iba a sentir perdido y extraviado, enojado y confundido, si cifraba mi felicidad en otros antes que en mis propios actos la valoración de mí mismo! ¡Cómo no sentirse desprotegido, si la magnitud de los cambios solo puede compararse al de las revoluciones, que modifican de golpe rutinas y comodidades! He ahí el precio de un cambio de posición y de forma de pensar sobre uno mí mismo y, con ello, de forma de ver la vida. De avanzar más seguro, más tranquilo, más desengañado y por ello, con más oportunidad de estar contento y evitar el daño innecesario. Así entre lo perdido no todo está perdido, más bien por el contrario, me he liberado de lastres que me ataban y detenían.
No tengo vocación de mártir, pero voy en camino de ser protagonista de mi propio Destino, como fue mi original deseo. Así será, así lo es. lo sé. Estoy sin lugar a dudas al inicio, que no al final. Veo nuevas tierras desde el Cielo.
¡Oh Dioses!
¡Oh Dioses!
Alejandro de Andúnië.
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