Recorriendo la Adultez
"Cada vez que buscamos fuera algo nos está llamando dentro"
Artea
Las cosas han cambiando. Todo es
igual y sin embargo, tan diferente. No, no son las cosas, es la mirada
la que ahora mira diferente. La luz triste y el aire reseco de octubre,
que todo lo deja polvoriento y gris, signo inevitable de la venida del
otoño, que tantas otras veces a mi corazón había llenado de nostalgia,
sigue ahí, pero no la nostalgia, o quizá si, o quizá sólo soy más
fuerte.
Hace menos de un año celebraba
mi arribo a la adultez y la vida no ha dejado de permitirme practicar
tal hito, con numerosas pruebas y oportunidades, singulares hechos
maravillosos que sólo al secreto de mis ojos revelan su cautivador
significado: la adultez está siendo recorrida. Ahí y acá los detalles lo
comprueban. Cómo me gustaría que pudieras ver el mundo desde acá, qué
supieras por todo lo que he pasado, todo lo que me ha costado y cómo,
sin darme cuenta, tantas cosas se han realizado.
La palabra ahora es más clara,
más fuerte, más contundente. La risa más fácil, más constante, más
ligera. El pensamiento más agudo, más profundo, más abierto. Las
pasiones más reposadas, más longevas, más arraigadas. Los sueños igual
de intensos, los deseos más directos y las voluntades más coordinadas.
Estar y Ser en el mundo. Reencontrarse con la Misión y lanzarse a su
realización. El corazón sigue siendo la brújula y la razón es más
sensata. Las apariencias ya son fácilmente detectadas y las pretensiones
inmediatamente descartadas. Aún aparecen promesas rotas, pero poco a
poco son reemplazadas por lealtades ciertas y precauciones bien tomadas.
De algún modo es también un renacer.
Las decisiones, por tanto, más contundentes y no anticipos de
naufragios. La esperanza vuelve a estar a mi
lado, se consolida como mi virtud y mi misión iluminando como un Faro. La mirada definitivamente alcanza a ver más lejos y el
corazón escucha con más calma. El Destino toma forma, el temor enseña,
la voluntad manda. Veo de nuevo ese día que leía sobre mi querida Sor
Juana, y que fui contra la soberbia y la inescrupulosidad, no
importó que perdiera el premio, la dignidad vale eso y más. Gané,
además, poderosas y honestas amistades. Veo, con un asombro inmenso pero calmado,
como se repite ese día y vuelve a mi el idealismo apasionado de la
adolescencia, matizado con la contundente serenidad de un espíritu
templado.
Y pasó lo mismo, pero al doble,
en el último viaje. Una alma del pasado fue reencontrada y una del
presente acercó su destino al mío. Con la primera el intenso choque de
mentes trabajadas, removió pudores intelectuales que ni sirven ni hacen
falta, alentó el vuelo en altos cielos del pensamiento y retornó el goce
y privilegio de saberme racional y humanista, acrecentado por el gozo sensual del cuerpo, en mayor plenitud y satisfacción.
Y con la segunda quedó confirmado el amor a la
vida que profeso, pues su actuar fue un volverse realidad de esperanzas y
esfuerzos por cambiar el oscuro devenir del mundo, encendiendo mentes y
corazones que a su vez realizan sus deseos y se elevan sobre sus propias dudas y
temores para encontrarse a sí mismos en el fragor de la batalla; que
cual parteaguas vital, les muestra quienes fueron, y ahora quienes son,
adueñándose de su destino, e iniciando un dignísimo discipulado: una manada merecedora de las leyendas.
Así, el viaje, si bien ha sido
accidentado, a pocos meses de haber iniciado, da pruebas de remontarse sobre los años, las lágrimas, sonrisas, temores, certezas, incertidumbres,
fortalezas y esperanzas. Que la libertad no sólo no me ha abandonado,
sino que incluso la provoco e incito a la civil desobediencia que mi
maestro Fromm bien dejó enseñada. Este camino se torna más y más
interesante, y si bien aún hay dudas o temores, son como las nubes
que pasan frente al sol, oscurecen, pero pasan.
Alejandro de Andúnië
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