Fernweh

He notado que toda la vida he sido un migrante. Nunca he pertenecido a ningún lugar, aunque muchas veces lo he deseado con fervor. Desde pequeño vi las cosas diferentes, sentí diferente, pensé diferente y fui diferente. Es una región inhóspita. Ternura, sensibilidad, inteligencia, tres pecados capitales para el código machista. Entonces es cierto lo que me fue dicho: no es que yo partiera, es que fui echado fuera.
Luego entonces, echado fuera del mundo convencional tuve que migrar por otras tierras, donde es más difícil sobrevivir. Así que aprendí a escuchar y a ser observador, a mirar más allá del muro y el mundo se hizo más grande. El conocimiento se hizo más profundo... y sigue creciendo. Un hálito de tristeza rodea mis pasos y no, no es depresión. Río, río bastante -y con frecuencia-, de cosas simples, de cosas complejas. Amo, aprecio, aliento, inspiro, comparto, creo, recuerdo, atesoro, critico, razono, admiro, me estremezco; lleno la vida de tantas cosas, pero ahí está, acechante la sensación de la nostalgia. La clara sensación de la añoranza. Fernweh, como dicen los alemanes, es la palabra más indicada. No, no me tengas lástima. Esta sensación no me lastima. Es parte de mi propia comprensión y experiencia del mundo. No la minimices, es una auténtica demostración de mi alma, frágil y poderosa, insondable y sensitiva.
También he notado que al ser migrante en el mundo, tampoco he sido de nadie, aunque con ardorosa pasión así lo haya deseado. Pero hace falta más que mi propio deseo para pertenecer, ese alguien ha de desear que te pertenezca. No se trata de adueñar, ni de colonizar, ni tomar posesión (cosas tan comunes entre los espíritus de hoy en día), se trata de incluir, de reconocer, de respetar, de comprender. La clara sensación de identidad, se saber que no tengo arraigo, no porque no lo quiera, sino porque no se me otorga es la fuente de esta Fernweh. Y tantas veces he visto a tantas personas que ni cuenta se dan de su propia nostalgia. Ya no viajan, se conforman en la viscosidad de su autocomplacencia. Si te acercas a mi desde ahí jamás podrás tenerme, aunque mucho así lo desearas, incluso aunque yo lo deseara. Pocos, muy pocos han podido hacerse plenamente presentes ante mí y pertenecerme con un abrazo y yo a ellos. La voluntad de ser se sobrepone a cualquier nostalgia y se vuelve tierra de arraigo donde quiera que esta se dé. ¿Observas que soy alguien de profunda fe? Si me das espacio y me escuchas ahí seré contigo, sino, seguiré fluyendo, lo entiendas o no. La intimidad es eso, escuchar para estar ahí y estar ahí para escuchar.
En toda tierra que viaje no he de quedarme, en todo momento que llego, me diluyo y fluyo. En toda creación rodará una lágrima. En cada acto habrá el pensamiento de todo lo que amo. No tengas miedo, no hay nada de que temer.
Alejandro de Andúnië.
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