Retorno a la batalla
Hoy tengo clara una cosa: soy mejor que antes. He crecido en muchos
aspectos y veo con suma satisfacción los logros conseguidos y con
emoción percibo los nuevos alcances de mi mente y ambas cosas me
conmueven enormemente. Una evolución de mi mismo se gesta ante mis ojos
que mirán incrédulos los cambios que creía inconcebibles en mi. Me
asustaba al principio que estos cambios me llevarán por sendas oscuras y
peligrosas que ya hace años había transitado. Sendas de resentimiento,
confusión, arrogancia y desdicha, caminos que, al final, llevan a
perderse a uno de uno mismo. Y lo peor, es que lo pueden tomar a uno
desprevenido. Pero no son esas sendas, la intuición me lo dice.
Indudablemente soy más duro. Algo de mi hermosa inocencia infantil murió
en allá en el Oriente, a dónde no sé si podré regresar jamás. Algo de
esa hermosa inocencia que me llevaba a confiar y creer murió.
Ciertamente, ser más precavido al depositar mis dulzuras, mi cariño y mi
confianza sólo podría lograrse perdiendo algo de inocencia. La malicia
reconoce a la malicia. Es la única forma de ponerse a salvo de ella a
tiempo. Sin embargo, eso no me convierte en uno de ellos, en uno de los
"hombres grises" que tanto he combatido desde niño. Esto de poder
percibir el mundo con los pies más firmes sobre la tierra tiene sus
ventajas, pero como todo, también sus desventajas. Las canas, como
condecoraciones de la madurez que son para mi, no son gratuitas.
Desengañado de la ilusión de muchas cosas, confirmo que siguen siendo
"días difíciles para los soñadores", aún más que antes quizá. Pero que,
para mi sorpresa, ya no me angustia ni me complica la vida. Ando en
medio de este dantesco paisaje desolado de almas cínicas y pesimistas
sin batirme de esa mierda. No sé bien cómo, pero lo logro. Sé bien que
no todo es así y más allá sigue habiendo paisajes de estremecedora
belleza. Y hay una pasión que no tengo bien claro, cuál es ni de dónde
viene, que me jala, que me llama, que me impulsa desde algún lugar
incierto adentro o afuera de mi, --no logro ubicarla- a seguir adelante,
pase lo que pase. Realmente me siento como guerrero curtido de muchas
batallas, y se que aún me esperan muchas más.
Ahora miro a la arrogancia a los ojos y la desprecio con contundencia y
argumentos. Miro a la pretensión y la derribo con lucidez y claridad;
miro a la mezquindad con compasión y coraje. Y sigo mi camino, porque
también miro, embelesado, la ternura y la belleza que esperan en todas
partes a ser descubiertas por aquel que sea capaz de mirarlas y no
dejarse engañar por las falsas promesas de la inmediatez consumista ni
por la labia autocomplaciente de la seducción.
Mi risa estalla con igual o mayor frecuencia que antes, un tanto más
desparpajada si gustan, pero mucho más certera y despreocupada. Una
ligereza y tranquilidad de no querer complacer a nadie en nada si no me
complazco a mi mismo primero y de ir enderezando los entuertos que me
son posibles y que me correspondan, así como una serena aceptación ante
los que no me tocan; actitud que no pocas veces me ha dejado perplejo de
mí mismo. Pero me he vuelto un crítico aún más fiero del cinismo, de la
irracionalidad, del servilismo, la enajenación y la violencia. Con
mucho más callada y poderosa fuerza señalo y combato tales estupideces e
insolencias. Pero con los jóvenes, con los nobles, con los que tienen
buen corazón, mis fuerzas los protegen y los guían. Pues es mi labor y
mi destino ser faro en la paz y en la tormenta. Lo que exige tanto de
mí, pero que en ningún momento dudo de seguir haciéndolo. Chivalry, es
una palabra que describe muy bien lo que hago, pienso y siento, una
palabra cuyo significado está pasado de moda, que unos no conocen y
otros, lo sé, intencionadamente hacen todo por desterrarlo de la memoria
de los humanos.
Pero he aquí que aquí sigo, que no sólo no me arredro, sino que
fortalecido de las luchas, los daños y el cinismo frente al dolor que me
causaron, celebro mi décimonoveno aniversario en el Solio del Imperio,
poniéndome de nuevo la armadura de Caballero de Mercurio y saliendo al
combate de molinos y realidades. Protegido por mis guardianes, sostenido
por mi Ángel y guiado por el Aire y la Vida, inicio una batalla, que se
extenderá hasta el final de mi vida, contra la ignorancia, el miedo, la
hipocresia y la violencia y contra todo lo que él representa. No, no
se trata de venganza, pero si la Vida me usa como instrumento para
restaurar el equilibrio, haré mi mayor esfuerzo.
Por ahora es suficiente, tanto menos hable la profundidad de mis
cambios, menos se revelará mi estrategia, y mi silencio es mi arma más
poderosa. Montado en mi enorme Lobo, flanqueado por mis Guardianes,
despliego los estandartes de mi Gran Imperio y me dirijo a gobernarlo,
como es mi Deseo, y con el legítimo derecho que me da mi Noblísima
Ascendencia. Soy quien soy.
¡Vamos, vamos, arre Fent Razor, la batalla nos espera!
Alejandro de Anúnië.
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