El Laith del Lobo, el Ciervo y el León.

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Hijo del Viento del Este, XVI de su nombre en la Línea de Alejandro, señor de los bosques de Andúnië, protector del Camino al Oeste, que con la venía de los Valar y del Gran Lobo, Padre de todos los lobos, el del pelaje de Plata, cuenta el Laith del Lobo, el Ciervo y el León, tal y como ha sido contado por nuestros ancestros desde las Primeras Manadas.


Todo empezó el día que el Lobo, el León y el Ciervo se unieron en contra del tirano Dragón de las Tormentas. Y lo vencieron. Grandes batallas y sacrificios llevó ese triunfo y héroes y villanos forjaron su nombre en la historia, sin embargo, esos hechos pertenecen a otro Laith y serán contados en otra ocasión.


Ante el cuerpo del dragón que se consumía en sus propios fuegos, los tres acordaron que el Ciervo sería el rey, dado que la mayor desolación la habían sufrido los verdes campos y bosques que otrora fueran hogar de los ciervos rojos y que ahora ardían consumidos por el fuego.  El Lobo retornó a sus bosques en el norte, porque sus ancestros habían vivido ahí desde las Primeras Manadas y el León se anexó el sur a sus dominios en el este, viendo recompensadas con creces las bajas de sus huestes. Pero el León deseó más.


Y llegó el tiempo de la Necesidad y el Ciervo eligió al humilde Lobo como servidor y el opulento León ardió en celos y odió al Lobo. Así, en secreto, el León reunió un ejército y urdió intrigas en la corte del Ciervo para que perdiera su confianza en el Lobo, y así pasó. Y el Lobo fue juzgado injustamente y fue exiliado y el León tomó su lugar a lado del Ciervo, quien no sabía que la traición lo acechaba.


Y con gran peligro y no pocas heridas un joven ciervo logró escapar del control de hierro con el que el León administraba las entradas y salidas del Palacio del Roble y corrió como pudo hasta el norte buscando hablar con el Lobo y llevarle las noticias de las intrigas del León y del peligro que corría su amigo el Ciervo, pues por un designio del destino alcanzó a escuchar al León hablando con sus secuaces sobre sus planes de deshacerse del Ciervo y tomar el trono.


Y tras muchas penurias, que serían cantadas en otras canciones, el cervatillo llegó a la presencia del Lobo y le dijo: -¡Oh Señor del Bosque! aunque con el exilio tus servicios pagó mi amo, acude en su ayuda y sálvalo, que cegado y envenenado por las palabras astutas del León se dispone a liberar los Espectros Sin Sombra, creyendo que con ello liberará al mundo del mal, pero sólo liberará al León de lo que lo separa del trono. Acude al Palacio del Roble antes que sea tarde- Y en ese instante cayó en un profundo sueño de tinieblas, sin saber si volvería a despertar.


Así pues, en el norte el Lobo formó un ejército con aquellos de sus más fieles seguidores y se dirigió hacia la capital para salvar a su amigo y señor, cuando llegó un mensajero de Cuevas del Durmiente, el lugar de descanso de los Ancestros del Lobo, y susurró al Lobo el mensaje, que nadie más pudo ir y se desvaneció enseguida en las sombras. Nunca se había visto tal marcha de lobos de todas las razas y regiones, a su paso la tierra se cimbraba y la oscuridad huía delante de ellos. 


Tal como lo planeó el León, el Lobo marchaba al sur y preparó los ejércitos del Rey para la defensa, esperando se destruyeran entre ellos. Y fue que ahí, en el Campo de los Cuervos, que los ejércitos se encontraron y una pesada lluvia cayó entre truenos, presagiando la debacle. El León, en la cima de una peña, rodeado por un grupo de hienas mercenarias del sur habló con voz profunda: –¿Dónde está el traidor que se alza contra su señor?–  Y el lobo se adelantó a sus huestes y respondió: –No es ninguna traición luchar por las tierras y los seres que se juró proteger. Traición es urdir intrigar y separar los amigos y manchar el honor con ambiciones desmedidas–. Y el León odió a un más al Lobo y ordenó el ataque.


El mundo quedó expectante a esa hora decisiva y los estandartes se alzaron, Ciervo y Lobo bajo el relámpago. Muchas nobles vidas y muchas hermosas cosas se perdieron en ambos lados en esa batalla por la verdad, como Ryre capitán de la guardia lobuna y como Lune, arquero y cantor de los ciervos, y emblemas y pertrechos de nobles y ancestrales ascendencias de las que no queda memoria ya.


El ejército de los lobos que peleaba por una noble causa se acercaba a la victoria y vio el León derrumbarse su plan y ordenó intervenir a las Hienas mercenarias venidas del este y atacaron la guardia del Rey por orden del León y lo rodearon capturándolo y su vida pendía de un hilo. El León saboreaba la victoria pues sin ambos ejércitos nada impediría que tomara el Trono, y justo cuando el Ciervo estaba perdido una figura negra se enfrentó a las hienas en una lucha desigual y memorable como aún se canta hoy en día: era el Lobo que se batía a imparable con las hienas y al final venció y el Ciervo testigo de todo, transido de dolor, corrió a donde yacía el Lobo y en su último aliento el Lobo alcanzó a oír el lamento del Ciervo, que aún no se libraba del peligro, pues el León en persona se acercaba. –Ahora tomaré lo que por derecho es mío –dijo el León– y se lanzó sobre los heridos, pero se quedó paralizado de terror y no pudo acercarse. El León no pudo dar un paso más pues algo le produjo un escalofrío de muerte, un sonido que lo traspasó, un aullido, profundo como los bosques, oscuro como la noche, salió del Lobo y retumbó en las montañas, todo quedó en silencio y con voz apenas audible dijo: desde el principio el viento corrió con el lobo bajo la luna llena. 


Cuando cesó el aullido y pasó el temor, el León rió, ordenó a sus fuerzas avanzar, pero he ahí que las nubes se abrieron y la luna resplandeció y su brillo fue estremecedor. Los lobos empezaron a aullar y no dejan de hacerlo y todo el campo se desbordó de ese sonido hasta que pareció que fuera una ola gigantesca que inundaría la tierra y bajo esa luz plateada los lobos empezaron a crecer del tamaño de toros y aun más grandes, como los lobos de los Primeros Días y avanzaron a gran velocidad. El suelo se estremecía a su paso, que aunque en pocos los lobos acababan con las hienas, mientras que las huestes del Ciervo fueron informadas de la traición del León y se lanzaron contra sus fuerzas.


El León salió de su asombro y se lanzó sobre el Ciervo quien aun cuidaba el cuerpo del Lobo y en el momento en que el León iba a hundir sus garras, un destello de luz poderosa lo arrojo contra el suelo y al tratar de enfocar la vista se encontró con una figura blanca de la que emanaba esa luz de como las estrellas y he ahí frente a ellos una visión de los Primeros Lobos de las Edades de los Dioses: Era el Lobo  imbuido por el espíritu de sus antepasados y un viento frío lo rodeaba y la escarcha cubría donde pisaba. Apartó cuidadosamente al Ciervo y se dirigió hacia el León, quien ordenó a su guardia atacar, pero nada pudieron frente al Lobo cuyo aliento congelante redujo a esculturas de hielo a las hienas. Y el León, henchido de furia y terror, rugió estruendosamente cual erupción volcánica y se volvió flama pura como sus ancestros. 


Y ahí le libró la batalla más celebrada en los cantos la batalla del Aire Congelado contra el Fuego Primigenio, cuyos fragores iluminaban el cielo nocturno. El León, veloz como el trueno se lanza sobre el lobo, quién esquivaba los ataques y respondía con estocadas de hielo y ventisca. Muchas canciones se escribieron sobre los hechos de esa noche, pero al final el León asestó un golpe de llamas hacia donde estaba el Ciervo y el  aire congelado, bendito por la Luna, fluyó con tal fuerza como huracán de nieve y la flama ardió poderosa, pero crepitó y se apagó. Congelado para siempre quedo el León traidor, al pie de la Cañada, y los lobos aullaron victoriosos y el Rey y el reino fue salvado y en silencio, de pie, quedaba el Lobo de nuevo con su pelaje plateado, pero sus ojos ahora eran azules como el hielo eterno de los glaciares y dijo:


"Mi parte ha sido hecha, iré ahora con mis antepasados a la Cacería de Estrellas, protejan esta tierra con valor hasta el último aliento"– y se desvaneció con el último rayo de luna. Y los lobos aullaron y los ciervos inclinaron las cornamentas.


Y esta es la Historia del Lobo, el Ciervo y el León, tal como ha sido contada de generación en generación de la Casa de los Lobos de Pelaje Plateado. Gloria al Gran Lobo, Padre de todos los lobos.


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