La tercera vía de la masculinidad.
Si hay oportunidad de generar una masculinidad diferente de los restrictivos patrones del machismo, de sus límites asfixiantes e impositivos, es entre los homosexuales. Pero incluso dentro de ellos habrá sus divergencias y sus exclusiones. Partamos de un hecho claro: la era de la masculinidad machista, negada a reconocer su ternura y a ser objeto -y no solo sujeto- del deseo, a construirse con base a lo que niega y lo que rechaza (lo femenino, lo homosexual y lo infantil), la masculinidad sorda, chovinista y autoritaria, parece haber llegado a su fin. Muy diversas causas motivan ello: sociales, culturales, políticas, económicas, etc, y valdría mucho hacer un análisis de ellas (sobre todo las económicas-comerciales), pero no será en esta ocasión, pues en esta entrega nos interesa más bien hablar de una perspectiva y una problemática que surge a partir de que vislumbramos un cambio de paradigma.
Si la masculinidad machista está agotada (aunque quedan importantes reductos, no solo en el medio rural, sino en el inconsciente de muchos hombres hetero y homosexuales) ¿qué modelo de masculinidad la ha sustituido? Una masculinidad desangelada y confundida. Una masculinidad acotada y regañada desde feminismos bienintencionados y otros más bien fascistoides, legislaciones "de avanzada", psicología de género, en la que pocas veces los propios hombres han dado su punto de vista, y así se llegó a un momento en el que el mero hecho de "ser hombre" podía ser tildado de políticamente incorrecto. Así, aquellos rasgos de esa masculinidad trasnochada, como la caballerosidad, llegaron a ser llamados "micromachismos" y muchos hombres percibieron esto con dobles mensajes: no le abras la puerta del auto a una mujer porque eso es machismo, pero si no se la abres, también es machismo. Así las transiciones.
Y del lado homosexual ¿se propuso algún modelo? En cierto sentido si, con múltiples variantes y con más o menos apoyo de sus numerosas tribus, pero de acuerdo a lo observado en los medios digitales en últimas fechas, un grupo de los homosexuales, con cierta notoriedad en dichos medios, aboga por la apropiación de los estereotipos con los que comúnmente se asocia a la homosexualidad, como una forma de defender el derecho a ser afeminado como la forma específica de ser homosexual. De aquí se infiere que el modelo que proponen es el de una masculinidad en franca combinación con la feminidad, un tratado fronterizo que desdibuje las barreras ancestrales entre los dos continentes en una especie de tierra-género utópica donde todas las posibilidades de la identificación sexual son igualmente posibles, válidas y deseables. Todo iba bien, hasta este proceso se topó con que la construcción de la psique, de la identidad más profunda, no se puede legislar, ni construir por decreto, sino que es un proceso altamente complejo, donde el sujeto -sujeto del inconsciente por antonomasia-, se rige por otras leyes y otras dinámicas que no son las de las correcciones de las teorías de género desexualizadas. Ojalá fuera tan fácil como decir "se acabaron las etiquetas y ahora somos libres de ser tan hombres o tan mujeres o no ser ni lo uno ni lo otro como queramos". Esta actitud "libertaria", si bien logró ampliar los derechos civiles reconocidos y ejercidos por los homosexuales(1), que dicho sea de paso, ya estaban protegidos en la constitución como los de cualquier otro ciudadano, pero que se escamoteaban a los homosexuales, llegó a convertirse, como usualmente pasa con una minoría que obtiene poder, en un grupo normativo más, es decir, estableció de facto el modelo de masculinidad mencionado y señaló como desleales a los que no apoyaran el nuevo código. Una agridulce ironía.
Así la masculinidad termina arrinconada entre detractores y reformadores, que la encuentran de un modo u otro, "demasiado masculina" y buscan redimirla. No es para menos, los excesos de la masculinidad machista son reconocidos y sus efectos perdurables. Tanto mujeres como homosexuales vivieron en carne propia dichos efectos: discriminación, exclusión, menosprecio. En el caso particular de los homosexuales, la vivencia de esta exclusión es más recalcitrante porque se es también hombre, se vive un rechazo por los mismo compañeros de género que no los reconocen como tales. Se percibe la masculinidad como un algo extraño a lo que no tienen derecho, a menos a que renuncien a ser quienes son. No es de extrañar por qué muchos homosexuales encuentran despreciable todo aquello que haga referencia a la masculinidad tradicional que los excluyó inicialmente, siendo el futbol la más emblemática de estas, ¿por qué habrían de apreciar aquellas cosas de las que fueron excluidos por mostrar algún grado de feminidad o por el simple hecho de preferir otras cosas? Sin embargo, la "reforma" de la masculinidad emprendida desde estos grupos ha cometido también algunos excesos. Humanos a fin de cuentas.
A esas alturas de la exposición ya se habrá inferido, que no todos los hombres ni heterosexuales, ni homosexuales son afines a estas dos formas de masculinidad "reformada". Unos hasta hacen el intento de seguir sus mandatos, pero sin sentirse identificados con ellas, sin comprenderlas del todo, otros se han quedado en los viejos moldes en franca contrarreforma con, pero algunos otros han percibido el cambio de los tiempos y en resultado de una dialéctica entre el exterior social y el interior personal han derivado en una "tercera vía" de la masculinidad, un modelo que no es ni heterosexual ni homosexual, sino que incluye a esas categorías, a través de una expresión de aquello que es la esencia de la masculinidad: fuerza, sin ser necedad, valor sin ser despotismo, formalidad sin ser autoritarismo, ternura sin ser rechazado. Es un retorno a lo masculino tradicional (¿o más bien nunca cambió?), pero que incorpora una serie de libertades que les estaban vedadas por el imperio machista. Vemos a los hombres siendo hombres y conviviendo con la feminidad sin oprimirla sino acompañarla, los vemos compartiendo labores, los vemos dejándose ser vulnerables, los vemos ser objeto de deseo y abandonar el lugar sempiterno de ser solo sujeto del deseo. Vemos a los hombres conviviendo con su ternura, consigo mismos, con los niños, con otros hombres, es ahí donde vemos quizá lo más interesante: vemos a los hombres convivir con otros hombres, amarlos, desearlos y dormir unos con otros en formas que nos recuerdan a la Grecia clásica. No se trata de idealizaciones, sino de realidades.
Digámoslo sin rodeos: estos hombres se encuentran muy cómodos siendo hombres y permitiéndose una experiencia más amplia de la masculinidad, una experiencia de su humanidad más plena. Desde ahí su trato con el mundo y consigo mismo es más honesto. No se vuelven caricaturas de lo que no son, ni asumen una castración jurídica, solo son más humanos, con menos imposiciones e imposturas, más espontáneos y libres, menos reaccionarios y más sensitivos. Quizá el camino para una vida con mayor equidad de género pasa por el camino de la autenticidad personal, el saber, comprender y aceptar lo que uno es. Para ellos no hay necesidad de intervenciones reconstructivas impuestas desde el exterior, sino la puesta en práctica de una lógica concreta de sus potencialidades y cualidades. Nada más, pero nada menos. Por eso decíamos al principio que si hay oportunidad de generar una masculinidad diferente de los restrictivos patrones del machismo, sigue estando entre los homosexuales, pues es ahí donde está en gestación este nuevo modelo. Debe ser visibilizado y apoyado, pues las corrientes reformistas tal parece que explícitamente lo rechazan, siendo que quizá convendría más a sus intereses -y a los de todos- alentarlo. Hay mucho más que decir y más que extender estas ideas. Por lo pronto servirá para ir poniendo el tema en la mesa y en la agenda. Entre las muchas problemáticas que enfrenta el mundo actual, esta podría ser un catalizador para los grandes cambios que la sociedad requiere.
Alejandro de Andúnië.
1. Tampoco estamos seguros que haya sido únicamente por la participación de estos grupos de activistas que se hayan logrado estos cambios, algunos demasiado oportunos, como los que se han instaurado en la ciudad de México, que llevan a pensar en fines electorales más que en conquistas sociales. También está el asunto de los medios de comunicación que han venido a reflejar una serie de cambios en los modelos y estereotipos homosexuales, los que han incorporado figuras de renombre en el campo del "showbussines", el deporte y la artes. Concurso de varios factores, a fin de cuentas.
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