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Homenaje al dolor

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    Los homenajes se realizan para celebrar y ensalzar el honor de algo: los héroes que salvan personas, los logros y acontecimientos importantes, la valía y excepcionalidad de alguien. De ahí que suene raro proponer la idea de que se rinda un homenaje al dolor, esto es, al dolor emocional. No son pocas las ocasiones en la vida que somos confrontados con situaciones que nos causan dolor, son de muchos y variados tipos, tan diversas que lo que a unos puede causarles la más profunda pena a otros puede representar no más que un ínfimo contratiempo. Para el primer grupo es que se crearon, hace milenios, los ritos funerarios, por ejemplo. Los ritos funerarios exaltan la memoria del fallecido, pero también arropan y acompañan a los deudos, a los dolientes, y si bien, algunos de estos ritos pueden ser acartonados y rayar en lo protocolario -impersonal y ajeno a todos-, hay ritos que unen, acompañan y sostienen emocionalmente a los dolientes. Ese es el punto de la cuestión: al dolor se le nomb

A veces te extraño

      Con la maravilla de la tecnología que nos permite encontrarnos cada día, parece que no habría motivo para echarnos de menos.  Aún así, de vez en cuando, la distancia pesa un tanto más, y mirando al horizonte me doy cuenta  de que, sin querer, te estoy extrañando.    Entonces, a veces, te extraño en calma. Solo suspiro y miro al cielo, esperando el momento de encontrarnos.    A veces te extraño con nostalgia,  deseando poder verte y abrazarte,  y así poder expresarte todo eso que siento. A veces te extraño con un poquito de rabia,  de que mucho no valoren lo que tienen cerca  y otros lo tenemos lejos.  A veces no te extraño nada, porque hay esos momentos de tan sincera y honesta conexión que vecen todas las distancias. Así vuelve la calma.  Unidos y en esperanza.  A veces te extraño. Alejandro de Andúnie  

Confiar en el camino

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   Si quieres hacer reír a los dioses, cuéntales tus planes. -Decir popular.   Como ya hemos dicho, hubo un tiempo en que toda nuestra mentalidad estaba centrada en superar las batallas. Y como también ya dijimos hemos dejado atrás esa forma para dedicarnos a la búsqueda de la paz y la tranquilidad, la confianza y la apertura del corazón: hemos decidido confiar en el camino. Y si bien, confiar en el camino puede sonar a una frase hecha, a lugar común, a cliché, la verdad es que no es fácil llegar a este nivel de cosas. Confiar es un acto de fe, un acto de creer que habrá reciprocidad, cabalidad entre las partes.  Dado que confiar implica y permite tender puentes sobre el ahora y la incertidumbre que inherente todo acto humano, confiar es también un acto de sincera valentía. Por ello es que confiar no es cosa sencilla ni menor. Confiar contradice en parte la educación regular que recibimos en la que se hace énfasis en planear y contemplar distintos escenarios para maximizar los benefic

No más batallas

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    Era inevitable. Tras infinidad de difíciles batallas, donde lo esencial era seguir adelante y recuperarse de las heridas, poco se pudo hacer para entender -de origen- por qué se había iniciado esa guerra, que a mis ojos parecía que había durado desde siempre. Era inevitable. Tras cada batalla, retirado en algún refugio, se examinaban los resultados: lo perdido, lo ganado, dónde estuvieron los errores o las fallas y cómo mejorar la estrategia para las siguientes batallas, porque habrían de venir otras batallas en las que estar alerta y evitar los daños que por falta de experiencia no preví. Era inevitable. Al paso de más de diez años en guerra, me fui haciendo mejor para anticipar los escenarios, pues era menester, para burlar al dolor o al miedo que me dejaba cada batalla, volverme más hábil en su arte y en su práctica. Y en algún momento me llegué a sentir que hasta orgulloso, como si medallas al valor se tratara, nos sentimos vencedores al no tener miedo de dar el último golpe

Creamos nuestros propios monstruos.

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Los monstruos no surgen de la nada.  En las leyendas y mitos de muchos pueblos de la antigüedad el origen de la maldad estaba en algún lugar oscuro del mundo, o fuera de él, o bien, era un remanente de la oscuridad original de la creación, cuya función es antagonizar con las fuerzas creadoras. En tales casos, los agentes de la oscuridad, de la maldad, eran entes ajenos al mundo, que lo venían a desestabilizar a partir del ejercicio de su poder o su violencia, o como las religiones antiguas y nuevos lo predican, a través de su influencia perniciosa para que los individuos se inclinen hacia el mal. Pero en todos estos casos el mal, la maldad, está fuera de uno, es algo que vaga en el mundo en busca los desprevenidos, los ociosos, para dominarlos y volverlos hacia el camino del mal.  Es más fácil encontrar la explicación a la maldad así. Colocándola fuera de uno, como algo ajeno, de lo que uno es víctima. Sin embargo, la maldad tiene un origen mucho más doméstico de lo que a l

Pacto con el Destino

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A ti, abuelo mío, que me pasaste el Deber y Carga, para seguir guiando la marcha de la Humanidad, aunque pocas fueran mis fuerzas y limitados mis recursos, me enfrente a mis propias creencias y en un acto de valor y rebeldía contra mis no pocos prejuicios realice las conquistas que en aquel texto de hace diez años te prometía. Helo aquí, una vez más, para que a mis 280 años se confirme y se reafirme para continuar con más valor, más alegría, y un poquito más de amor y sabiduría, por el bien y la verdad y la Gloria del Gran Imperio. Estoy destinado a grandes cosas. Estoy destinado a grandes cosas, pero no a las "grandes cosas" que impone la modernidad de hoy: dinero, fama, prestigio, alabanzas o aplausos. Estoy llamado a un éxito más modesto, más íntimo, más secreto: ser mejor persona, ser una buena persona, ser quien soy. Esto me lleva por otros senderos; me hace necesitar otras cosas, otra gente, otras formas de pensar. Y es difícil, porque en ese camino

280 años

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Las alas de Alexander como símbolo y guardián de la Casa Hohenstaufen  y de los últimos Señores de Andúnie.  Defensa segura contra el mal y protección de los inocentes.  

La carga de la fe

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En realidad, vivir sin fe es más bien fácil. Dado que la fe hace las veces una energía poderosa, que nos mueve a realizar lo que es necesario, para muchos la fe es riesgosa, molesta e inoportuna. Sin fe no hay preguntas que impulsen a buscar respuestas, así la conciencia duerme más tranquila, mantiene sospechas a raya y se complace en su ignorancia. Sin fe no hay esa picazón ayudar a otros, de hacer algo que disminuya su dolor o que les alivie las penas, aunque uno termine compartiéndolas. Sin fe no hay necesidad de afrontar peligros, ni dudas ni incertidumbres ante las que la vida nos pone, porque sin fe no saldríamos ni a la esquina y estaríamos seguros en la indiferencia acojinada del sofá o de la cama, ahí donde la rutina es un manto cálido que alimenta la certeza de que todo seguirá igual mientras uno no haga nada estúpido. Y en esta era de practicidad, de ver por uno mismo, de mejor no meterse en broncas porque de por sí ya está muy difícil la situación, la fe resulta má